William Jackson, de Capital Economics: “El problema en Brasil es de combustión lenta”
Lo ocurrido el 8 de enero abre un nuevo flanco de riesgos para una economía que ya enfrenta un pesimista escenario en el largo plazo.
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Algunos creen que los eventos del 8 de enero podrían incluso ayudar al gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva. Su mayor oponente, el expresidente Jair Bolsonaro, es señalado como responsable de lo que ahora se consideran como actos terroristas.
En conversación con el podcast Primer Click, desde Londres, William Jackson, economista jefe de Mercados Emergentes de Capital Economics, plantea que, aunque Bolsonaro sea rechazado como líder de la oposición, el bloque de partidos de derecha seguirá siendo el más fuerte en el Congreso y -con ello- un freno a la agenda de Lula.
La incertidumbre entre los inversionistas -explica Jackson- se concentra en cómo reaccionará Lula ahora. ¿Buscará consensos o tomará los eventos ocurridos como justificación para buscar una agenda más radical?
-¿Cómo ha cambiado el panorama de Brasil tras los eventos del 8 de enero?
“Creo que es muy difícil decir en este momento cómo los acontecimientos del domingo afectarán las perspectivas para Brasil, sobre todo en lo económico y financiero. Hay claramente enormes ramificaciones políticas en términos de lo que nos dicen sobre la polarización dentro de la sociedad brasileña y la insatisfacción en algunos sectores con la presidencia de Lula.
Desde una perspectiva económica, depende de varias cosas. Primero, si los sucesos del domingo son un catalizador para nuevas protestas y actos de violencia. Si éstos se vuelven recurrentes, podrían empezar a ejercer un impacto mucho mayor en la economía.
Por ejemplo, un actor clave en el pasado han sido los camioneros. La huelga de 2018 provocó una caída muy grande de la producción industrial. También llevó a un aumento de los precios, debido a la escasez de bienes. Eventos como esos podrían empezar a ejercer una mayor presión económica.
El otro factor es cómo Lula responde y si busca un compromiso con sus oponentes. Creo que el riesgo es que Lula perciba esto como una amenaza a su presidencia, y sienta que eso le obliga a redoblar su agenda para apuntalar su base de apoyo. Es algo que inquietaría a los inversionistas y nos haría reconsiderar las perspectivas económicas. Sobre todo porque, como hemos visto incluso antes de estos acontecimientos, Lula estaba mostrando tendencias más izquierdistas a las esperadas cuando fue elegido”.
-Había una discusión sobre qué Lula es el que volvería, si el de su primer período o el intervencionista del segundo. Todo apunta a que quiere retomar donde se quedó cuando dejó el poder.
“Es cierto. Hacia septiembre y octubre del año pasado, había grandes esperanzas de que Lula sería el Lula pragmático, más aún con Geraldo Alckim, que es centroderecha, como candidato a la vicepresidencia. Parecía que Lula se movía hacia el centro. Pero desde la elección sus acciones y su retórica han inquietado a los mercados.
El Congreso moderará algunas de sus políticas. Ya lo vimos con los planes de gasto de Lula. Pero en este momento los inversionistas están nerviosos porque no saben qué anunciará Lula y qué hará el Congreso”.
-¿No ha cambiado el balance de poderes en el Congreso desde lo ocurrido el 8 de enero? El bloque de Bolsonaro es mayoría, pero ya hay voces dentro de la derecha pidieron desligarse de él.
“Ciertamente es algo que podría materializarse. Pero al mismo tiempo hay que recordar que el otro resultado de las elecciones es la fortaleza de los partidos de derecha en el Congreso. Incluso si Bolsonaro deja de ser su líder, seguirán siendo el bloque mayoritario y podrán oponerse a las políticas económicas de Lula”.
-¿Cuánto dependerá Brasil de lo que haga Lula y cuánto de, por ejemplo, la reapertura de China?
“Es un acto de equilibrio. Las políticas de Lula han sido malas para los mercados financieros, pero podrían ser moderadamente positivas para el crecimiento económico a corto plazo a través de un mayor gasto. Eso es algo
que hemos visto en los dos últimos años, que estos paquetes de bienestar social han ayudado a ahorrar, a sostener el gasto de los consumidores. Así que puede haber algunos beneficios a corto plazo. Pero a largo plazo el costo es que será necesaria más austeridad.
Por otro lado, como mencionas, China es de importancia crítica. La reapertura ha avanzado a un ritmo increíblemente rápido, mucho más rápido de lo que anticipábamos. Eso ayudará a sostener algunos de los precios de las materias primas que exporta Brasil, que podrían ayudar a sostener la economía.
Ahora, hay que recordar que fuera de China tenemos una economía mundial débil, con probables recesiones hacia marzo en Europa y en EEUU.
Las tasas de interés altas también son un problema, porque tiene un impacto directo en la capacidad de consumo de los hogares y los costos de financiamiento y servicios de deuda de las empresas”.
-Entonces, ¿no anticipan un giro en la política monetaria de Brasil a pesar de las recientes señales de desaceleración?
“Pensamos que el banco central empezará a recortar las tasas de interés a mediados de este año. Tiene margen para hacerlo porque fue muy rápido en actuar. La inflación ya ha bajado mucho. Está por debajo del 6% desde el 12% de hace un año. Pero está claro que el banco central va a moverse muy lentamente.
Están muy preocupados por la inflación y quieren ver pruebas más claras de que volverá al rango meta. Realmente se están tomando muy en serio la necesidad de establecer, afirmar su credibilidad y anclar las expectativas de inflación. El otro, el otro punto es que el banco central es, reactivo a las preocupaciones fiscales. Cuanto mayor sea la preocupación por la situación fiscal, que se está materializando de la mano de Lula, más altas serán las tasas probablemente.
Así que seguimos viendo recortes, pero tal vez un por poco menos de 300 puntos básicos. Suena a mucho, si se compara con otros países, pero si se tiene en cuenta que el ciclo de alzas ha implicado un aumento de 1.000 puntos básicos, el recorte es menor”.
-¿Es entonces el mayor riesgo el que la política monetaria no encuentre apoyo en el lado fiscal?
“Exactamente. Creo que el mayor riesgo está sesgado a que el banco central comience a reducir las tasas más tarde o más lentamente de lo que estamos pronosticando debido a los riesgos fiscales”.
-Además de la política fiscal, ¿cuáles son otros riesgos que están en la mira de los inversionistas?
“El aspecto fiscal es uno de los temas clave para los inversionistas desde hace mucho tiempo. Pero creo que la otra cosa que está pesando en este momento es lo que Lula va a hacer con algunas empresas estatales, en particular Petrobras. La montaña rusa que han tenido las acciones es un reflejo de la incertidumbre por una posible intervención en la empresa.
Además, hay una preocupación que no se limita a las políticas específicas de Lula, que es las dificultades que tiene la economía brasileña para crecer. Si nos fijamos en lo que ha sucedido con el PIB desde 2014, apenas se ha expandido. Los problemas son bien conocidos. Han sido diagnosticados muchas veces. Se relacionan con bajos niveles de inversión, baja productividad, un papel excesivamente grande del estado en la economía, débiles fuerzas competitivas.
Pero la agenda política de Lula no está orientada a resolver ninguno de estos problemas. Hay algunas conversaciones sobre la simplificación del sistema tributario, lo que sería beneficioso, pero aparte de eso, hay realmente muy poco en, en términos de reformas estructurales que ayudarían a impulsar el crecimiento en Brasil.
Así que, a diferencia de los dos primeros mandatos de Lula, que se caracterizaron por un rápido crecimiento este mandato se caracterizará probablemente por un PIB muy débil”.
-Todos hablaban entonces del “milagro brasileño”, pero al final el crecimiento de Brasil entonces fue consecuencia de un ciclo de alzas de los precios de las materias primas.
“Eso es correcto. Si nos fijamos en lo que ocurrió con el crecimiento de la productividad en la economía de Brasil durante esos años de auge, fue increíblemente débil, uno de los más débiles de los mercados emergentes. No fue un milagro. El PIB creció porque los precios de las materias primas aumentaron los ingresos y Brasil pudo gastar más en consumo e inversión.
Y creo que es por eso la década posterior, cuando los precios de las materias primas cayeron, fue tan dolorosa, porque la fuerza subyacente de la economía de Brasil simplemente no estaba allí para hacer frente a la caída de los precios de las materias primas”.
-Hemos hablado hasta ahora de los inversionistas, pero ¿cuál es tu posición y la de Capital Economics respecto a Brasil, optimista, neutral o pesimista?
“Diría a corto plazo que estamos ligeramente optimistas, particularmente pensando en crecimiento del PIB. La economía de Brasil todavía tiene el soporte de precios de commodities relativamente altos, y eso debería protegerla de la debilidad de la economía mundial en general, y del impacto de la elevada inflación y los altos tipos de interés.
Soy más pesimista a largo plazo. Hemos estado preocupados durante algún tiempo, incluso bajo el gobierno de Bolsonaro, por la situación fiscal. Aunque se habían introducido políticas para intentar estabilizar el ratio de deuda pública con el techo de gasto, el elevado gasto en bienestar social era demasiado popular para ignorarlo.
Y lo hemos visto en el gobierno anterior. Ahora parece que Lula también va en esa dirección. Así que es probable que veamos un ratio de deuda pública cada vez mayor y que en algún momento va a requerir un período aún más largo y sostenido de austeridad fiscal.
Además de eso, soy pesimista sobre las perspectivas de productividad de la economía brasileña. No vemos a Brasil disfrutando de otro boom de materias primas en el futuro. Así que es difícil ver un crecimiento del PIB de más de 1% a 1,5%.
-¿Es justo decir que existe un riesgo real de crisis económica en Brasil? ¿Probablemente al final del periodo de Lula?
“Creo que hay una diferencia entre un periodo económico mediocre y una crisis. Sin duda veremos un crecimiento económico muy débil, un crecimiento tibio, un lento aumento del nivel de vida. La tasa de desempleo no caería como Lula espera. Y las esperanzas con las que Lula fue elegido son precisamente de
elevar el nivel de vida. Sin embargo, Brasil podría ser capaz de evitar una crisis económica, sobre todo si estamos pensando en el plazo de este mandato actual.
El balance de Brasil, en la mayoría de los aspectos, parece relativamente saludable. Los bancos parecen bien capitalizados. El déficit por cuenta corriente no es particularmente grande en contraste con lo que era en 2013-2014. Así que está en mejores condiciones para hacer frente al tipo de choques externos que a menudo causan crisis en los mercados emergentes.
El problema en Brasil es de combustión lenta. A medida que aumenta el ratio de deuda, los inversionistas se preocupan más por la trayectoria de la deuda pública. Exigirán un tipo de interés más alto. Las tasas de interés subirán en toda la economía y eso ralentizará el crecimiento.
Así que en algún momento habrá que hacer algo al respecto, lo que podría requerir austeridad o políticas más disruptivas de represión financiera. Alternativamente, el gobierno podría apoyarse en los bancos, sobre todo en los bancos estatales en Brasil para mantener más deuda pública.
Eso también reduciría los costes de los préstamos. Pero significaría que los bancos están prestando al gobierno y no al sector privado, reduciendo las inversiones y dificultando aún más esos problemas que están frenando el crecimiento en Brasil”.
-Retomando lo ocurrido el 8 de enero, y considerando las expectativas con que Lula fue electo y que has mencionado, ¿no se vuelve una especie de advertencia de lo que podría suceder si Lula no logra entregar ese rápido aumento en la calidad de vida debido a ese crecimiento mediocre?
“Sí. Ciertamente es un riesgo. Creo que el entorno que hemos visto en Brasil y en toda América Latina durante la última década de crecimiento muy débil, alta inflación y alto desempleo ha creado un terreno propicio para los cambios políticos. La racha de elecciones perdidas por gobiernos en toda la región es asombrosa, y el electorado parece estar recurriendo a un cambio a la izquierda con la esperanza de que van a ofrecer más.
Pero estamos viendo que sus índices de popularidad disminuyen muy rápidamente. Ahora es difícil decir exactamente cómo va a materializarse ese riesgo político. Podría resultar en más protestas, podría resultar en aún mayores cambios políticos hacia candidatos cada vez más populistas. Es probable que estos riesgos políticos y la volatilidad en toda la región se vuelvan más significativos”.